martes, 30 de diciembre de 2014

La caricia

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La caricia

Desde hace muchos años
he tejido mis noches
con el hilo tenaz
de la ilusión y la esperanza.

Pero la luz de cada día
-que es de materia insobornable-,
le da tal claridad a la mañana
que todos los castillos
levantados se desvanecen.

Y todas las creencias
que, con vitola de verdades,
echaron su raíz en mis ensueños,
acaban en el cubo
de las heridas sin cicatrizar,
o en el rictus amargo
que va poniendo el día
en la cara de un hombre,
en los ojos de una mujer,
en el trasfondo anímico de un viejo
cuya fragilidad
no consigue arrancar de los mortales
esa caricia elemental que tanto
necesitamos
para cambiar el mundo.

Yo me rebelo contra ello,
pero acabo rendido
a la evidencia de la realidad
y de los hechos consumados.
De manera que, envuelto en pesadumbre,
enchufo la televisión
para pastar un rato en el olvido,
pero me siento tan inútil
como un espantapájaros
con el que se divierten,
a risas, a desprecios, a pedradas,
los propietarios de la finca
matriz donde nosotros habitamos
porque habita también nuestro bolsillo.

Antes de regresar
a los parajes íntimos
de la ilusión
habilitados en mi cama,
me acerco a la bandeja
de entrada del Outlook
con la esperanza, ya un tanto remota,
de encontrar el aullido
de algún alma gemela,
tal vez algún remedio, alguna
insospechada medicina

Y sí, para más gozo,
entre un montón de “spam” no deseado,
que invita a perdonar la redundancia,
se encuentran los placebos
infinitos de la felicidad:
viagras, levitras, cialis, prepucialis,
increibles alargamientos
del pene, de la pana, de la pena,
fármacos múltiples y numerosas
páginas de sexus, plexus y nexus
que postulan alucinantes
maneras de fornicación
o modos de alcanzar el paraíso
mediante una descarga seminal
que, incomprensiblemente,
está exenta del canon.

Voy a la cama compungido,
echo a la papelera
de reciclaje
la información del día,
arrojo el pesimismo, cambio el chip,
me conecto al cordón de la inocencia
y me siento de nuevo
materia de resurrección,
como esa flor de hibisco
que muere con la sombra y
renace con la luz cada mañana.

La misma luz, no obstante,
que, a lo largo del día,
me desvela cumplidas amarguras
en la cara de un hombre
en los ojos de una mujer,
en el concesionario
anímico de un viejo
del que ya se ha alejado la caricia.

Del libro Gotas de hielo (2011)

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios

2 comentarios:

  1. Un placer pasear por tus letras amigo Mariano Estrada, prometo volver de vez en cuando.

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  2. Cuando tú quieras, Esperanza: ellas estarán aquí, esperándote. Que tengas un venturoso Año Nuevo. Gracias y un abrazo

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